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jueves, 16 de junio de 2016

Habito en el corazón de la roca




Habito en el corazón mismo de la roca.                            
Aquí siempre es de noche,
los nombres están huecos,
uno puede agitarlos y  es nada lo que escucha.
La derecha es la izquierda,
cualquier cumbre,
el anegado lecho de un río abandonado.
Vacía es la entraña de lo oscuro.
En el corazón mismo de la roca habito,
y no habito tampoco en cierto modo.
No hay nadie más respecto al cual yo pueda distinguirme,
al que implorar, gritar
o acariciar.
Estoy sola aquí abajo,
sola.
Mi boca,
que fue hecha para besar la herida,
o el poro que se expande al calor de los labios,
está llena de tierra.
Mi boca, hecha para besar.
¿A dónde habrán ido a parar los besos que no he dado?
Mas no he muerto,
eso creo.
Siento el dolor como si fuera virgen,
el lacerante tajo
que implacable retorna,
como una violación.
Así que no estoy muerta, no lo estoy todavía.
Y, sin embargo, exactamente sé
a qué sabe
el instante previo de la muerte.

Autor:  María Jesús Mingot, madrileña. Doctora en filosofía.

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