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domingo, 7 de agosto de 2016

Sobre la poesía

gelman_iii

habría un par de cosas que decir/
que nadie lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y
con el asunto de comer cada día/se trata
de un asunto importante/recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/
pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/
los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/
murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/y no
pajaritos como el tío juan/especialmente
porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje
hasta el crematorio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que
les hacía pío-pío en la cabeza/el
tío juan era así/le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/salieron sus cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza/pero
volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/para un poeta es cada día más difícil
conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/
y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron
las muchachas/los almaceneros/los guerreros/los reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/
lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/yo ahora
para que me quierás/

Juan Gelman - Argentina

martes, 2 de agosto de 2016

Cama rota


¿Quién destrozó la cama? ¿Algún monstruo de pesadilla?
¿Alguna gran langosta patizamba?

Ninguno lo sabía. Ninguno confesó.
Vivíamos felices en nuestra cama rota.
Cómo gemía cuando nos concentrábamos en nuestras devociones.

Reinaba un clima de mala suerte cuando llegó la nueva cama.
Un cielo gris, enfurruñado, y el resuello del trueno envolviendo las nubes.

Ahora me acuesto muy tarde, a solas,
incapaz de dormir bajo la marquesina roja de mi edredón,

deseando haber tenido cien hermanas, todas nosotras concebidas
en una sola noche, y un padre con sombrero
planeando de cama en cama rota, afrontando su gran tarea…

Pero así son las cosas.
Rompo un huevo tras otro con impaciencia, viendo
cómo las yemas caen a paso lento hacia el desagüe.

Pronto nos harán falta todas las vendas de Europa, ¿no crees?


Penelope Shuttle -