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domingo, 19 de junio de 2016

Desde la frontera de la escritura

La tensión y la nada ciñen aquel espacio
cuando el coche para en el camino, las tropas revisan
modelo y chapa y, mientras uno de ellos asoma la cabeza
por tu ventanilla, te das cuenta de que hay más
en una colina distante, apuntando fijo con fusiles amartillados
que te mantienen bajo control
y todo es pura interrogación
hasta que alguien mueve el rifle y uno acelera
con fingida despreocupación.
Un poco más vacío, un poco gastado,
como siempre, por ese estremecimiento del yo,
sojuzgado, sí, y obediente.
De modo que sigues manejando hasta la frontera de la escritura
donde vuelve a suceder. Los fusiles en los trípodes;
el sargento con el transmisor repitiendo
tus datos, esperando para darte paso;
el francotirador, como un halcón
apuntándote incómodo por el sol.
Y de pronto te dejan seguir, acusado pero libre,
como si hubieras pasado desde atrás de una cascada
a la corriente negra de una ruta de asfalto
dejando atrás carros blindados, por entre soldados apostados
que se reflejan como sombras de árboles contra el parabrisas lustrado
y se alejan.

Autor: Seamus Heaney. Irlanda.Premio Nobel 1995

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