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domingo, 15 de mayo de 2016

La casa del fuego

En Inishmurray mantenían el fuego encendido en un agujero en el suelo
del "Teach na Teine", o más bien se mantenía solo,
por la gracia de San Molaise, su ancestro. Mucho antes

de los fósforos y encendedores y el diario apelotonado,
cuando cubrir con cenizas el carbón encendido
a última hora de la noche no garantizaba rescoldos a la mañana,

los isleños podían ir al depósito del fuego y encender allí
sus terrones de turba. Durante siglos eso
los mantuvo seguros. Hasta que un visitante -- conocedor de mundo
          o rebelde,

o quizá sólo aburrido hasta la violencia -- decidió orinar
sobre el fuego del santo en señal de reprobación. Bien,
las llamas saltaron, y un horno lo consumió, empezando 

por la entrepierna. Los pocos huesos negros que quedaron
fueron metidos en un hueco de la pared de la casa del fuego
y mantenidos con fines de exposición y advertencia.

Si el fuego existió o no alguna vez, o si el joven
mostró falta de respeto, o si murió por ello,
la oscura comedia parece a tono con nuestra historia

subvertida. Pero a Inishmurray, despojada de su gente,
no le interesa cómo conversemos con nosotros mismos o con otros
entre los silencios de aquí, entre las grietas de la brisa

y las grietas evidentes en todo en todas partes.
Somos libres de avivar o apagar los fuegos que queramos
desde los fragmentos de la modernidad, la memoria esparcida de la isla.



Autor:  Patrick Deeley,  nacido en Loughrea (Country Galway), Irlanda, en 1953.

El poema se basa en la crónica de W.F. Wakeman, un anticuario del siglo XIX, aceerca del Leac na Time, el "depósito del fuego", en la isla de Inishmurray, frente a la costa de Sligo.  Actualmente deshabitada,  en la isla se encuentran los restos de un asentamiento religioso temprano. Se dice que Laisrén Mac Déclain (San Molaise, patrono de la isla) fundó allí un monasterio en el siglo VI. El asentamiento fue atacado en 807 por los vikingos y destruído. 

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