Vistas de página en total

martes, 17 de mayo de 2016

Apócrifo

1
Todo será abandonado entonces.      

El silencio de los cielos será separado y para siempre separados
los campos desechos del mundo en ruinas,
y separado el silencio de las jaulas de los perros.
En el aire una multitud de pájaros huyendo.
Y veremos el sol saliente
mudo como un párpado enloquecido
y calmado como una bestia vigilante.

Pero manteniendo la vigía en el destierro
porque esa noche no puedo dormir,
agitado como miles de hojas,
cuando la noche cae yo hablo como el árbol:

¿Conocen los años que pasan volando,
los años sobre los campos arrugados?
¿Conocen las arrugas de lo efímero,
comprenden mis carcomidas manos?
¿Conocen el nombre de la orfandad?
¿Y conocen qué dolor
aplasta la eterna oscuridad
con pezuñas partidas, con patas palmeadas?
¿Conocen la noche, el frío, el hueco,
la cabeza volteada y doblegada del preso,
conocen los abrevaderos helados,
la tortura del abismo?

El sol se postró. Ramas de árboles ennegreciéndose
en el infrarrojo del cielo iracundo.

Entonces me voy. Un hombre está caminando
en silencio frente a la destrucción.
No tiene más que su sombra.
Y un bastón. Y su atuendo de prisión.

2

¡Y para esto aprendí a caminar! Para estos
amargos y tardíos pasos.

El ocaso vendrá y la noche se petrificará
sobre mí con su lodo. Debajo de los párpados cerrados
sigo guardando esto que pasa volando,
estos arbolitos febriles y sus ramitas.
Hoja por hoja el pequeño y caluroso bosque.
Alguna vez el Paraíso estuvo aquí.
A punto del sueño el dolor se renueva:
¡Escuchar sus árboles gigantes!
Hogar, finalmente quería llegar a casa,
llegar como llegó él en la Biblia.
Mi horripilante sombra en el patio.
El silencio carcomido, padres envejecidos en la casa.
Y ya vienen, me están llamando, los pobres
ya están llorando, y  me abrazan tropezando.
El antiguo orden me recoge de nuevo.
Y pongo mis codos en las estrellas ventosas –

Si tan sólo pudiera hablar contigo por esta vez,
a quien tanto amé. Año tras año,
pero no me cansaba de repetir
lo que un niño llora en el espacio entre las hendiduras,
la casi desfallecida esperanza
de que regreso y te encuentro.
Tu cercanía me palpita en la garganta.
Y estoy agitado como una bestia salvaje. 

Yo no hablo tus palabras,
El habla humana. Viven pájaros
que ahora huyen  descorazonados bajo el cielo,
bajo el cielo encendido.
Tablas huérfanas clavadas en un campo ardiente,
y jaulas inamovibles en llamas.
Yo no entiendo el habla humana.
Y no hablo tu idioma.
¡Mi voz es más apátrida que la palabra!

No tengo palabra.
Su horrible carga
se precipita por el aire,
el cuerpo de una torre emite sonidos.

Estás en ningún lado. Qué vacío está el mundo.
Una silla de jardín y un camastro que se quedó afuera.
Entre las piedras afiladas mi sombra hace ruido.
Y estoy cansado. Y sobresalgo de la tierra.

3
Dios ve que estoy parado bajo el sol.
Él ve mi sombra en la piedra y en la cerca.
Él ve mi sombra parada en la prensa
sin aire, sin respiro.

Para entonces ya soy como la piedra;
un pliegue muerto, mil dibujos de ranuras,
un buen puñado de escombros
es para entonces el rostro de las creaturas.

Y en lugar de lágrimas, las arrugas en los rostros
  chorrean, chorrean las fosas vacías.
  
  _______________________________________________


Autor:  Janos Pilinszky. Nacido en Budapest en 1921, en su estética, supo de una simplicidad fugaz que está tensionada por una forma sublevante que transmite turbaciones a muchos que lo leen. 
De este modo rompe convenciones, tal vez por sus vivencias como prisionero de guerra en 1944 durante el 2° conflicto de orden mundial. 
Este poema fue largamente estudiado y se conocen 22 traducciones distintas. en este caso hemos tomado la versión del húngaro al castellano de Beatriz Estrada.        

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Acepto comentarios